Desde aquí nuestra solidaridad con los atletas de la maratón de Boston. Personalmente, el mejor día de mi vida fué cuando entré en meta de mi primera maratón en Valencia, allí estaba esperándome mi padre con los brazos abiertos y con lagrimas en los ojos. Padre marathoniano que veía como su hija hacia su primera maratón. Nos abrazamos y lloramos. Las imágenes salieron en varios medios de comunicación.
Ahora las imágenes no son de lagrimas de alegría sino de tristeza, hoy no será el mejor día para nadie. Les esperaba en meta un ataque mortal en forma de bomba, dejando tres muertos y cientos de heridos. Demoledor y triste, muy triste.
Un gran beso y un abrazo enorme a los marathonianos, a sus familias y a sus amigos.
Esther Ginés
Hay que erradicar el odio y la envidia. ¡Que todo el mundo suba a las montañas para oxigenarse el cerebro!
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